La imposición de manos

La imposición de manos es un gesto ritual y simbólico que consiste en colocar las manos sobre otra persona con el propósito de transmitir algún tipo de beneficio espiritual, físico o psicológico. Su historia se remonta a las más diversas culturas, enraizándose en las prácticas chamánicas, curativas y religiosas de diversas civilizaciones antiguas.

En la antigüedad

En la antigua Mesopotamia, por ejemplo, los sacerdotes realizaban gestos de contacto físico (incluyendo la colocación de las manos sobre la cabeza o el cuerpo) como parte de rituales de purificación y sanación, especialmente en los templos dedicados a deidades como Ea (Enki), el dios de la sabiduría y la medicina. Este gesto simbolizaba la transferencia de fuerza vital o de intervención divina al paciente.

En el Egipto faraónico, los sacerdotes-médicos de los templos, conocidos como «wab» o «sanadores sagrados», practicaban la imposición de manos como parte del ritual de sau, una forma de curación que combinaba gestos físicos, invocaciones mágicas y fórmulas rituales. En estos contextos, se consideraba que el contacto físico servía como vehículo para canalizar el heka (poder mágico divino) hacia el enfermo o el afectado.

Asimismo, en el subcontinente indio, dentro de las antiguas tradiciones védicas, ya desde los primeros himnos del Rigveda (1500–1200 a.C.) se reconocen prácticas de sanación espiritual que implicaban la impsición de manos como forma de invocar la energía vital (prana). Más adelante, en los sistemas médicos como el Ayurveda, el acto de tocar con la intención de restablecer el equilibrio de los doshas (humores corporales) se vuelve esencial. Esta tradición fue retomada también por los sannyasis y gurús en la transmisión espiritual, por ejemplo, cuando el maestro coloca la mano sobre la cabeza del discípulo como forma de gracia (śaktipāt).

En China, la medicina tradicional desde tiempos milenarios también ha hecho uso del tacto como herramienta terapéutica, tanto en la práctica del qigong como en las manipulaciones energéticas del tuina, donde la mano del sanador transmite energía (qi) para desbloquear los canales internos del cuerpo. Aunque no se trata de una imposición simbólica en el sentido ritual, sí refleja una convicción muy antigua en el poder del contacto físico como medio de restauración.

En términos generales, la imposición de manos se ha utilizado por las más diversas culturas con varios propósitos, entre ellos bendecir, proteger, transmitir energía vital, transferir un don o una dignidad, como un acto ritual o, en no pocos casos, sanar. Su práctica puede implicar distintos grados de proximidad física (o inclusive hacerse a cierta distancia), y puede ir acompañada o no de palabras, oraciones, o invocaciones por parte del impositor.

En el cristianismo

En la tradición cristiana, la imposición de manos adquiere un carácter profundamente sagrado: es empleada para conferir el Espíritu Santo, ordenar ministros, realizar sanaciones o comunicar gracia divina. Por supuesto, Jesús es el más notable exponente de este tipo de práctica. Y el más notable sanador. Jesús tenía la capacidad de sanar nada más que por el imperativo de su palabra, por un toque de su manto (porque la persona que acudía a él tenía fe), por la unción con saliva, y, por supuesto, por la imposición de manos.

En varios relatos evangélicos, se narra cómo Jesús tocaba con sus manos a los enfermos y estos sanaban, en algunos casos, de forma inmediata.

Marcos 6, 5: Y no pudo [Jesús] hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.

Lucas 4, 40: Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él [Jesús]; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.

En el evangelio de Marcos 16, 17-18, el evangelista pone en boca de Jesús estas palabras:

Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes; y si beben algo venenoso, no les hará daño; además pondrán las manos sobre los enfermos, y estos sanarán.

Esto ejemplifica el uso, dentro del cristianismo, de la imposición de manos con objetivos curativos, no solo por parte de Jesús, que solía sanar con la imposición de manos, sino también a aquellos que creyeran en él, sanando en su nombre. En el Nuevo Testamento, los apóstoles también practicaron esta imposición como medio para impartir el Espíritu Santo y sanar enfermos (Hechos 8, 17; 28, 8; 9, 17-18).

En el budismo

Pero la sanación por medio de la imposición de manos no es algo privativo únicamente del cristianismo, sino que su uso se encuentra en la mayoría de las principales religiones. En el budismo hay una extensa tradición de sanación mediante la imposición de las manos.

Cuando Buda cura a su primo Devadata con la imposición de manos, se inicia una tradición de sanación con las manos que ha llegado a nuestros días fundamentalmente a través de la tradición de los lamas sanadores tibetanos. Este poder de sanación solo puede ejercerse si se acompaña de un profundo sentimiento de compasión hacia los demás seres. Los budistas saben que la compasión tiene un enorme poder de sanación, tanto para el que la experimenta como al que se aplica.

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Así mismo, con el desarrollo del budismo Mahāyāna y posteriormente del Vajrayāna (budismo tántrico), surgieron nuevas formas rituales relacionadas con la sanación energética y espiritual, algunas de las cuales implican gestos corporales similares a la imposición de manos, integrados en prácticas más complejas, como los mudras, transmisión de bendiciones (adhishṭhāna) de maestro a discípulo mediante el contacto físico, y prácticas curativas como el Reiki japonés, el Kuji-in, o los rituales tibetanos de sanación, que a veces incluyen el toque de partes del cuerpo como canal para energía sanadora (prāṇa o qi). En el culto devocional o ritual los monjes pueden incluir la imposición de manos como canal de bendición y alivio físico.

En la actualidad

En la actualidad, disciplinas y prácticas como el trance healing y el reiki también utilizan, entre varias otras, la imposición de manos como mecanismo de transmitir amor, consuelo, o para sanar a sus pacientes. Pero, al margen de estas disciplinas y prácticas, son múltiples las personas, sacerdotes, ministros cristianos, monjes, y terapeutas holísticos, que han realizado sanaciones, avaladas por los testimonios de quienes han recibido la sanación. Destacan entre ellas la sanadora católica argentina Leda Bergonzi, el canalizador español Adrián Rodríguez Villalón y la terapeuta canadiense dra. Sharon Forrest.

El arcángel Chamuel

El arcángel Chamuel, del rayo rosa, es la manifestación y representación del amor de Dios. En el pasado, quizás por la similitud del nombre, se la ha confundido, inclusive fusionado, con Camael (Kamael, inclusive Shamael y Samael) el arcángel de la fuerza, atribuyéndole el significado de «la ira de Dios». Sin embargo, Chamuel no solo es un arcángel diferente, sino que significa y representa la antítesis de la ira. Chamuel es «el amor de Dios».

Ahora bien, uno pensaría que el don de la sanación provendría del arcángel Rafael, el arcángel del rayo verde, de la verdad y de la salud, o del Espíritu Santo, o de algún santo relacionado con la medicina; sin embargo, se debe tener en cuenta que el amor todo lo permea y que el acto de sanar, en sí mismo, es un acto de amor, por tanto, no es extraño que el don de sanar, también pueda ser otorgado por el arcángel Chamuel, el arcángel del amor, representante de la cualidad del amor de Dios.

Pero eso no es todo, sabemos que la ira y el miedo son especialmente la antítesis del amor, y ambos producen enfermedad, bajan los niveles de defensas y envenenan nuestro organismo, no solo a nivel físico, sino también a nivel mental, psicológico, etérico y álmico. Así, todo lo que va en sentido contrario al amor, produce enfermedad y sufrimiento; de esta forma, es apenas normal que la enfermedad y el sufrimiento se curen o se alivien con aquello que va en sintonía con el amor. El miedo enferma, el amor sana; la ira enferma, el amor sana; el desamor enferma, el amor sana.

Cuando uno tiene alguna enfermedad, o tiene algún dolor en alguna parte del cuerpo, la reacción natural es de ponerse las manos en esa parte, y sin saberlo, hacemos sanación con las manos. Esto, por supuesto, valida la práctica de la imposición de manos. Así mismo, cuando una persona querida está enferma, buscamos la forma de que sane, y para ello uno se vale de médicos, de medicinas o de lo que esté a nuestro alcance, pero lo que nos mueve a que sane es el amor, lo demás son los medios. El amor lo permea todo, y el amor de Chamuel es el mismísimo amor de Dios permeándolo todo, es el amor universal expresándose y fluyendo.