Biografía

J. Lallemant. Imagen libre de copyright bajo la Licencia CC0 1.0 (dominio público)

Mi nombre es Joehan Romero (Bogotá, 25 de enero de 1982), escritor, profesional en Ciencia de la Información y canalizador del don de la sanación mediante la energía amorosa del arcángel Chamuel, uno de los siete arcángeles principales.

A veces citado como «Joehan L. Romero«, a veces como «Joehan Lallemant«, he firmado mis libros como J. Lallemant (ver publicaciones). Fui exponente de la metapoesía, no como poesía que versa sobre la misma poesía, sino como una manera de innovación y renovación en las formas visuales, escritas y auditivas de la poesía. De esta época, la más incipiente en mi faceta como escritor, son los libros de poesía Tasté, selección de poemas de amor, Metapoesía, Herejías inútiles, Cantos dispersos, y Akikoko y sus sílabas delirantes, además de una novela titulada Mariam.

Posteriormente, y con un enfoque más investigativo, espiritual y filosófico, respectivamente, llegaron los libros Las verdades ocultas de la Biblia, Cinco consejos para la vida, y El origen de todo. Confieso que, a pesar del proceso y tiempo de investigación que implicó Las verdades ocultas de la Biblia, o del carácter filosófico y comprensivo de Cinco consejos para la vida (junto con sus planteamientos de no esperar, no culpar, dejar fluir y perdonar), mi libro favorito es El origen de todo, mismo que, aunque carece de evidencia científica, es prolífico en revelar esa «verdad» que estaba en mí, inclusive esa verdad que ahora veo como una canalización, como una revelación (mística si se quiere).

En el ínterin de todo ello fui doble finalista de Bogotá en 100 palabras, un concurso de relatos breves que ha logrado alcance internacional. En la primera versión (2017) con el relato Lo más esencial, y en la quinta versión (2022) con el relato La elección más difícil.

El niño, todavía con un poco de tamal entre las muelas y con su estómago recién engañado, dijo: «Papi, ojalá hubiera elecciones todos los días».
Relato finalista Bogotá en 100 palabras, V versión.

En la actualidad mi labor escrita es residual, aunque ocasionalmente escribo alguno que otro pensamiento para las redes sociales, o alguno que otro artículo para esta misma página (ver artículos).

Como profesional en Ciencia de la información se ha hecho conocida esta frase:

«Un archivo no es solo una sucesión de documentos: es historia y memoria».

No sé cuál fue la primera vez que apareció en internet, pero la escribí cuando cursaba mi pregrado en la Universidad del Quindío, y eventualmente alguien más, quizás un docente, la replicó en internet, de donde poco a poco fue extendiéndose hasta hacerse una frase de culto en los círculos de archivos y documentación. De este periodo también surgió mi trabajo de grado titulado: I-Book: un nuevo formato documental híbrido entre los formatos textuales y de audio, o hipótesis de la hibridación documental y los orígenes de los formatos documentales y de audio.

Libro Las verdades ocultas de la Biblia, en donde se abordan temas como la virginidad de María, el verdadero pecado original, María Magdalena como esposa de Jesús, Lucifer, el origen del cristianismo, el significado de la cruz, la magia sexual, los evangelios gnósticos, y los hermanos de Jesús, entre muchos otros.

En algún momento quise desarrollar una propuesta filosófica y espiritual denominada endología, basada en las cinco verdades, los cinco mandamientos y los cinco consejos; sin embargo, salvo por los cinco consejos, que se encuentran expuestos en Cinco consejos para la vida; y salvo por las cinco verdades, que se encuentran expuestas en El origen de todo (aunque no de forma explícita), de momento se encuentra sin desarrollar por completo, o como inicialmente lo tenía previsto. Sin embargo, valga hacer esta breve síntesis:

Endología es «estudio del interior», de tu interior, es volver sobre ti mismo(a) y darte cuenta que eres todo lo que estabas buscando, que eres lo divino, la totalidad, que estás acá con un propósito, que todo como sucede está bien porque todo es aprendizaje.

Todo ello se encuentra permeado de una frase mantra: «no religión». Y no religión, no para anular la espiritualidad, sino para vivirla en forma verdadera y plena, porque lo divino es todo lo que existe, y porque no hay más religión más alta que el amor.

Esta postura, aunque expresada en forma más frontal y vehemente (eran mis tiempos de juventud), inclusive ya era posible entreverla en Las verdades ocultas de la Biblia, así:

Esta es la nueva era y no hay necesidad de diezmar ni ofrendar nada con el objetivo de mantener a otros o nutrir organizaciones religiosas que están interesadas más en el dinero que en la real liberación espiritual de sus feligreses. Cada cual, sin la mediación o la torpe guía de ningún pontífice, puede observar, enjuiciar y eliminar sus defectos con la ayuda e invocación de su Divina Madre, de la Stella Maris que vive en el fondo de su propio mar. Cada cual, sin necesidad de acudir a cuatro piedras frías como la muerte y oscuras como el carbón, puede cultivar el sentimiento del amor, construir una iglesia en su interior y medirla con una caña. Juntos, en pareja, pueden amarse verdaderamente y nutrirse con las vitaminas del amor y las caricias. Cada cual puede conocer y experimentar a Dios, aquí y ahora, sin institución alguna, sin ritos y sin diezmos. Y puede hacerlo así porque Dios no mora en las nubes ni está en algún lugar remoto, como han tratado de enseñarnos a modo de ardid de distracción, sino que vive y palpita en nuestro propio interior.
Esto es Gnosis, y por posiciones como estas fue que fuimos exterminados con violencia en el pasado; pero ya las hogueras se han apagado e ilumina la luz de la inteligencia desembarazada de todo dogma absurdo y en otro tiempo irrefutable.

Ya no defiendo la bandera de la gnosis, aunque lo que sí es incontrovertible es que en el comienzo del cristianismo, este no fue homogéneo, sino heterogéneo, y que las vertientes que fueron anatemizadas y exterminadas (gnósticas), sí que llevaban la razón.

En tiempo más reciente, mediante un mensaje canalizado del 6 de marzo de 2024, el arcángel Chamuel me preguntó: «¿Quieres sanar?» Yo le respondí: «» (y mostré mis manos, como diciendo «aquí están mis manos»). Y entonces recibí la indicación de que podía hacerlo mediante la canalización de su energía amorosa. Al respecto puedo decir: Yo soy solo un canal, un medio; a modo de símil, yo soy solo un cable a través del cual la energía pasa, llega a la bombilla y se transforma en luz. Yo no soy ni la bombilla, ni la energía, ni la luz. Yo no sano, yo no sé de medicina; yo soy sencillamente un ser humano con sus aciertos y sus errores y no tengo más mérito que el de ser un canal, un cable. La honra solo es para el cielo y para el arcángel Chamuel, es decir, para Dios mismo en su forma de amor.